La ONU prevé que este mes nacerá el habitante 7 mil millones. Las crudas situaciones ambientales y de crisis en general obligan a más interrogantes que alegrías ante el abrumador poblamiento.
No tienes la más mínima idea a dónde estás
llegando. Qué pena desilusionarte así, de salida, contándote algunos detalles
escabrosos de este valle de lágrimas que llamamos planeta Tierra, asaltado a
mansalva en sus recursos naturales y sitiados por la desigualdad. Pero ni modo.
Las mentiras piadosas no creo que te sirvan de mucho para la supervivencia, así
que lo mejor es prepararse de salida ante las aristas de la tragedia que
vivirás, pues, como dice el viejo refranero, “Guerra avisada no mata soldado”.
Es probable que nazcas este octubre de 2011 en
algún paraje de África o de América Latina, que son las zonas del mundo con
mayores tasas de natalidad, lo que para ti agrava el panorama pues encontrarás
escollos –algunos teóricamente insalvables– tales como el subdesarrollo
crónico, la ausencia de ciencia, tecnología y las carencias laborales,
educativas y económicas. Mala cosa, como ves. Pero no te aterres, no te
arredres, que por otros lados del mundo los asuntos tampoco pintarán muy bien.
Gracias a los huecos realizados con suprema
irresponsabilidad en la capa de ozono por parte de la desmedida arremetida
química, los casquetes de hielo polares se derretirán; como un raspao al
mediodía barranquillero, de a poquito, subiendo el agua de los océanos.
Si yo fuera tú, recién estrenado habitante
terrícola, me alejaría de las costas, correría como gacela asustada buscando
tierra alta como la tanga, escapando de la segura inundación de las zonas
bajas. A todas las ciudades con vocación marítima habría que encerrarlas en
murallas herméticas para protegerlas de la furia de las aguas, una especie de
nueva versión del invento de los Países Bajos, ubicados en niveles inferiores
al del mar. ¿Te imaginas un tornado, un ventarrón, un tremendísimo y tropical
huracán? Se repetiría calcada toda la saña del Katrina sobre la jazzística
ciudad de Nueva Orleans.
Pero una curiosa paradoja celestial se presentará
también con estos malestares. Un fenómeno inverso que consiste en el retorno a
una nueva y pequeña edad de hielo cuyo proceso se inició en el año 2010 y que
según los científicos tendrá una duración aproximada de 60 a 80 años; es decir,
de la expectativa de vida del habitante 7.000 millones. La baja actividad del
Sol y la desaparición de las manchas solares serán similares a las ocurridas
hace 400 años, entre 1645 y 1715, para ser exactos, cuando ocurrieron los
inviernos más tenaces que recuerda la humanidad en su reciente memoria. Lluvia
con nieve, como dice el pregón de una quejumbrosa canción.
Aléjate, entonces, futuro habitante 7.000
millones, de las zonas de riesgo, de buscar asentamiento a orillas de los ríos,
ciénagas, represas y corrientes de agua, pues lo más probable es que sufras con
sus periódicos embates. Ni hablar de las alteraciones de los cambios
climáticos, que producirán en serie huracanes, tornados e incluso volverán más
lentas las corrientes marinas, con todo lo que ello significa.
Los peces huyendo de la hecatombe, pereciendo en
masa en las playas asfixiados por la falta de oxígeno y los cambios de
temperatura. Terrible escena de matiz apocalíptico en que se alterarán los
ciclos normales de las cosechas en la agricultura, con la consecuente baja en
la producción de alimentos.
Después, con la irremediable demanda
insatisfecha, subirán los precios convirtiéndolos en inalcanzables para amplias
capas de la población, que al final resultarán con desnutrición y desembocarán
en hambrunas en vastas zonas del planeta.
No te desanimes ante la perspectiva, pues por
otra parte serás testigo de múltiples progresos tecnológicos. El mundo será tan
complejo que no habrá memoria posible para imaginarse cómo se podía vivir antes
de tantas innovaciones, como las redes de sensores sin cables controlando casi
todo, la ingeniería inyectable de tejidos, las nanocélulas solares que capturarán
energía solar en tu ropa, la mecatrónica con sistemas mecánicos inteligentes,
las imágenes moleculares, la litografía de nanoimpresión, los robots, que
tendrán mayor inteligencia, desempeñando papeles reservados a los humanos, y la
existencia de un nuevo universo de información contenido por millones de
archivos montados en una ‘nube’ artificial entrecruzada de varios Internet.
Así que si te preparas en un país del nuevo eje
Bric (Brasil, Rusia, India y China), lo más probable es que con adecuados conocimientos
tecnológicos seas un material humano de exportación y termines viviendo en uno
de esos países o en sus cercanías. Rico y sabroso. O sea, estimado nuevo
habitante del planeta Tierra, que trabajo sí va a haber, pero ultra
cualificado. Como puedes analizar, no todo es malo y, pese a la mirada agorera,
hay probables y honrosas salidas para sobrevivir ante tanta gente y desastres
climáticos.
No te respondo por guerras que, como es costumbre
y deporte inmemorial de la humanidad, van a seguir existiendo, pero esta vez
con causas impensadas a la historia, cuando las escaramuzas se iniciaban por el
rapto de una mujer, la codicia, las ansias imperiales, el petróleo, el
territorio y otros disputados galardones dignos de épica sangre.
Ahora, estimado habitante 7.000 millones, las
guerras serán por la posesión y el uso del agua. Echa cuentas. Ahora mismo,
3.000 millones de personas, casi el 40% de lo que llamamos ‘humanidad’, tienen
carencias del preciado líquido. Formidable sed que empujará a locuras por capturarla
donde quiera que existan comprobadas reservas. Con la temperatura global
subiendo y las reservas de agua escaseando, el agua se convertirá en un
tenebroso botín de guerra. Eso por lo menos vaticinan las Naciones Unidas.
No te voy a decir, tampoco, ante tantos malos
augurios, que regreses por donde viniste. Eso es un imposible y suena a
perversión erótica. Como canta y dice Toño Fernández, de los Gaiteros de San
Jacinto, “la totuma está rodando y al que le toca, le toca”.
Pues bien, ahora te toca a ti, habitante número
7.000 millones, arreglar los entuertos de tus antecesores. Que son tantos y
variados que no se sabe exactamente por dónde vas a empezar el inventario del
desastre como acto previo para resolver el meollo de la continuidad de la
especie y de la salvación del planeta.
En menudo rollo te metiste, ciudadano 7.000
millones, naciendo a estas horas de la vida.
¡Bienvenido a la Tierra!
Por Adlai Stevenson Samper